Mi abuelo escala ochomiles

25 12 2011

Andrea desveló el secreto aquella mañana en su guardería. Sus amigos llegaron cargados de ropas viejas y la pregunta se hacía inevitable. La ropa se mandaría a un pequeño pueblo rodeado de nieve y montañas, Sama (Nepal). La respuesta la tenía el abuelo de Andrea, Carlos Soria, él era el encargado de explicar a los niños el porqué de su visita. Fue entonces, ante el asombro y la sorpresa de sus compañeros, cuando Andrea no tuvo más remedio que confesarlo, su abuelo escalaba montañas.

Una pareja inseparable, Carlos y la montaña

La estampa resultaba chocante para unos niños acostumbrados a ver las fotos de sus abuelos en las playas de Benidorm o en los balnearios del norte de España. Las fotos que Andrea tiene del suyo están teñidas de blanco y frío, de alegría y superación. Y eso había que explicarlo. Andrea les contaba que la afición le venía de lejos pero que últimamente Carlos, su abuelo, no hacía otra cosa. Ahora busca hollar el Dhaulagiri, el duodécimo ochomil de su carrera, el antepenúltimo escalón hacia la eternidad, el enésimo reto de su vida. Su receta es simple: “pasarlo bien es bueno para la salud”.

Andrea abrumada ante la curiosidad de sus compañeros no encuentra respuestas para todos. La nieta de Carlos Soria, de apenas 5 añitos, desconoce cuándo comenzó todo, cuándo ascendió su primer ochomil o simplemente qué es un ochomil. Andrea solo conoce las largas temporadas en las que echa de menos a su ‘yayo’ y lo que le gusta a éste hacer deporte. Lo otro, lo que se esconde detrás de la pequeña gran figura de Carlos Soria, los valores que representa y el mérito de sus actuaciones lo conocerá con el tiempo.

Posiblemente en otra clase, ya de primaria, le tocará explicarle a sus compañeros cómo su abuelo escaló las 14 montañas más altas de la tierra, los 14 ochomiles del Planeta. Para entonces sabrá que la aventura comenzó hace más de 20 años, allá por 1990 cuando con 51 años Carlos todavía tenía una tapicería que sacar adelante. O eso es lo que le habían contado a ella. Ese primer ochomil tenía un nombre impronunciable aunque de tanto oírlo en casa se lo había aprendido a la perfección, el Nanga Parbat, la montaña desnuda de Pakistán.

Aquello fue el inicio de todo, solía decir Andrea. Su abuelo había roto otra barrera y, lo más importante, se había visto capaz. Cuatro años después llegaría el Gasherbrum II, el Cho Oyu lo alcanzaba en 1999 y el Everest, la cima del mundo, lo coronaba con 62 años en 2001. En 2004 se jubila y lo celebra pisando la cima del K2. El hobby se convierte en afición a tiempo completo y Carlos entra en el libro Guinnes de los récords al ser el hombre de más edad en hollar esa cima.

La historia se repite hasta el nacimiento de Andrea. En ese tiempo Carlos reescribe la hazaña en el Sisha Pagma (2005) y el Broad Peak (2007), la montaña que más le ha costado, la cima a la que nadie subió con más edad que él. Hasta seis veces buscó el camino adecuado en ese laberinto que es cualquier montaña. Al sexto intento encontró la salida que para un alpinista solo se halla en la cima.

Carlos Soria desde la buhardilla del mundo

La nieta no llegaba con un pan debajo del brazo, Andrea traía una nueva lección de vida, una nueva muestra de superación personal, un nuevo ejemplo de amor a la montaña que transmitir a los suyos, que contar al mundo. Todo esto le relatará un día a su nieta, cuando ella vaya camino del Instituto y tenga que hacer un trabajo de superación personal. El ejemplo lo tendrá muy cerca.

Para entonces Andrea conocerá el resto de la historia que es en realidad el inicio. Carlos le contará a su nieta, enfrascada por entonces en la edad del pavo, cómo unió el amor por la montaña con el amor de su vida, su abuela Cristina. El destino quiso que fuera en La Pedriza, en la Sierra de Guadarrama, a escasos kilómetros de Madrid, donde Carlos comenzará a hacer posible su sueño.

Años antes ya había viajado a los Alpes y en 1968 realiza su primera gran expedición de montaña. Viaja hasta la frontera entre Rusia y Asia para atacar el Elbrus en la cordillera caucásica, el monte más alto de Europa. El idilio marcha viento en popa hasta que la montaña le juega la primera mala pasada de su vida. Andrea, a través de su abuelo, conocerá entonces la cara amarga del deporte y de la vida. La que te deja una rotura de tibia y peroné mientras esquiaba. Era 1970 y aquello le dejó la pierna rota en 40 trozos.

Carlos volvió entonces a aplicar la fórmula que mejores resultados le ha proporcionado en su vida. Ésa que mezcla coraje, tesón y ganas para recuperarse y asaltar nuevos retos. Apenas un año después se marchaba a Alaska con la frustración de que Cristina, una enamorada de la montaña no pudiera acompañarle. Allí escalaría el McKinley poco antes de pisar por primera vez el Himalaya, la cordillera por excelencia de los alpinistas.

Carlos Soria participaba así en la primera expedición española con destino a la buhardilla del mundo. Corría el año 1973 y a pesar de la ilusión y las ganas la meteorología les jugó una mala pasada. Carlos, poco después, intentó sacarse esa espina. Volvió al Himalaya en primavera, cuando las condiciones climáticas son más propicias y entonces lo que no le acompañaron fueron sus fuerzas. El abuelo de Andrea cayó malo y no pudo acompañar al resto de sus compañeros hasta la cumbre que, esta vez, sí hollaron.

Amanecer en el Monte Macalu de 8.463 metros en la frontera entre China y Nepal

“Lo disfruté igual” le confesará algún día a su nieta, posiblemente, cuando le hable por primera vez de esa montaña, cuando le narre su experiencia con el Manaslu, el reto que desde entonces más le ha perseguido. Y es que tuvieron que pasar 37 años hasta que la ‘revancha’ se sirviera fría a más de ocho mil metros de altura. Antes y después de aquello Carlos continuó mirando al mundo desde lo más alto en el Macalu (2008), el G1 (2009) o el Ihotse (2011) para ver unos amaneceres únicos.

Porque eso será lo primero que cuente Andrea en su trabajo. Los amaneceres desde la buhardilla del mundo, la fascinación más grande de Carlos Soria, la clave, en definitiva, que le arrastre también a ella a la montaña. En esas líneas iniciales recordará las palabras de su abuelo y esas descripciones que le erizaban la piel a través de los tonos claroscuros reflejados en las montañas, de esas luces que iluminan las cimas con amaneceres de esperanza y duda, compañeros inevitables en cada expedición. Solo entonces, Andrea comprenderá la vitalidad y la felicidad de su abuelo. Un abuelo, Carlos Soria, cuya felicidad se sitúa a más de ocho mil metros de altura.

Andrea y su abuelo hoy, en el vídeo que inspiró este reportaje:





La alcaldía de Madrid, ¿el siguiente trofeo?

15 08 2010

No será la primera vez que en estas páginas alegamos que el deporte es un espejo de la sociedad en la que vivimos, un reflejo en el que mirarse para encontrar motivaciones, alegrías y, por qué no, promoción. Algo de eso debe haber visto el Secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, para decidirse a presentar su candidatura a la alcaldía de Madrid en las próximas elecciones municipales de 2011. Allí competirá con Alberto Ruíz Gallardón en un todo o nada que le obligará a dejar su puesto actual, en la Secretaría de Estado, que tan buenas resultados, en forma de preseas y triunfos, ha reportado a nuestro país desde que en 2004 Lissavetzky cogiera sus riendas.

Lissavetzky-Gallardón, el duelo que viene

Se trata de una apuesta personal del Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, con la clara intención de recuperar la plaza madrileña en manos del PP en los últimos años. Es un golpe de mano eficaz, una de las caras más reconocidas de las filas socialistas y, sin duda, uno de los más exitosos. Su magnífica labor al frente del Consejo Superior de Deportes, del que es también Presidente, ha coincidido con una de las épocas más doradas de nuestro deporte. Lo que contribuirá en una campaña electoral en la que ya cuenta con un perfil conocido por la gran mayoría de votantes.

Los problemas pueden aparecer ahora. Y Lissavetzky debería ser el más escrupuloso de cuantos políticos y asesores se rodee para no mezclar una faceta y otra. Para no aprovechar, en definitiva, su presencia pública en los inminentes éxitos del deporte español (que seguirán llegando) como coartada para ese mes de mayo de 2011 en el que seguramente ya estén puestas buena parte de sus ilusiones y trabajo. No lo debería utilizar él ni lo deberían utilizar otros.

Él ya ha asegurado «sentirse preparado para encabezar la lista del PSOE a la alcaldía de Madrid», a la vez que ha reconocido no partir de cero en esta carrera por el sillón municipal. Esta predisposición le ha colocado como el único candidato, por el momento, entre las filas socialistas, mientras que Trinidad Jiménez (candidata a las primarias del Partido Socialista Madrileño para la presidencia regional) ya se ha apresurado a afirmar que junto a Jaime formarán un tándem ganador. Es otra manera de evitar obstáculos internos, aunque en este caso, ambos cuentan con el aval de Zapatero. Y eso ya les da cierta ventaja en la línea de salida.

Lissavetzky de 58 años, doctor en Ciencias Químicas y militante del PSOE desde hace 36 años está ante la competición más importante de su vida. Y es de esperar que tanto tiempo rodeado de deportistas le haya servido para aplicar el juego limpio y las conductas deportivas que con tanto ahínco ha defendido desde la Secretaría de Estado para el Deporte. Su lucha incesante contra el dopaje deberá trasladarse ahora a las corruptelas políticas y a los diferentes abusos de poder que anidan en los bajos fondos de la comunidad madrileña, aunque ésta no sea una excepción en el resto de España. La carrera con Ruíz Gallardón se presenta interesante y apasionada, como una reválida en la que ambos intentarán quitarse una espina común: la consecución de unos Juegos Olímpicos por los que, curiosamente, ya han trabajado codo con codo para su ciudad.





El hábito de ganar

27 07 2010

De repente nos hemos convertido en una superpotencia del deporte mundial. Ya no nos asusta ningún reto y hemos desterrado definitivamente los complejos que durante tanto tiempo nos amedrentaron. Ahora nos atrevemos con el inglés americano de la NBA o con el más refinado de Wimbledon, hemos convertido a Francia en nuestro patio de recreo, ya sea en las pistas de Roland Garros o sobre una bici por los Campos Elíseos, el motor ya no tiene secretos para nosotros sea sobre dos  o cuatro ruedas, incluso en el fútbol, donde siempre fuimos la eterna promesa, hermos termiando por conquistar al mundo con nuestro discurso romántico.

La conquista del planeta fútbol ha supuesto el salto definitivo de calidad

Vivimos la edad de oro del deporte español porque son pocos, por no decir, ninguno los que pueden presumir de ganar en un mismo mes (el mes de julio) un Mundial de fútbol, el Grand Slam Británico de Tenis (Wimbledon) o el Tour de Francia. A pesar de todo, julio no ha sido una excepción. Los precedentes son igualmente gloriosos. Tenemos al número 1 del tenis mundial, Rafa Nadal, conducimos mejor desde que entre nuestros paisanos se halla un bicampeón de Fórmula 1 (Fernando Alonso), y saltamos más alto desde que un larguirucho pívot de Sant Boi luce un par de anillos en su mano ganados con sudor y talento en la meca del cine (Pau Gasol).

Los éxitos ya no son flor de un día, consecuencia del talento individual de un deportista. La época de los pioneros, de los Santana, de los Indurain, de los Paquito Fernández Ochoa o Joaquín Blume, la dejamos atrás para abrazar los triunfos colectivos. Negamos así otro de nuestros tópicos, aquel que afirmaba que estábamos poco preparados para el juego en equipo porque nos faltaba disciplina y una buena condición física de base. En esta década prodigiosa hemos sido Campeones del Mundo de Balonmano (2001), Campeones del Mundo en Waterpolo (2001), Campeones del Mundo de Baloncesto (2006) y de Europa (2009), hemos ganado cuatro veces la Copa Davis (2000, 2004, 2008,2009) y hemos sido Campeones de Europa (2008) y del Mundo (2010) en fútbol. 

Alberto Contador ya cuenta con su tercer Tour a sus 27 años

 

Dar con la tecla no ha sido fácil. Detrás de todos esos éxitos hay mucho trabajo de las diferentes administraciones públicas y las diversas federeciones territoriales. Éstas han trabajado el deporte desde la base, han entendido la práctica física como una forma de educación en las nuevas generaciones y han llenado la geografía española de polideportivos, pabellones y centros de alto rendimiento con los que facilitar esa labor.

Y es que el deporte siempre me pareció un signo de progreso, un motivo de superación de los límites propios y comunes de una sociedad, una muestra más, en definitiva,  de una sociedad sana, avanzada y democrática. Porque pocas cosas se miran hoy bajo la óptica de igualdad y respeto que rezuma cualquier encuentro deportivo. Esa imagen fue la que envío España al resto del mundo el pasado 11 de julio, cuando colocamos la estrella de la eternidad en nuestro pecho. Una imagen revalorizada éxito tras éxito de nuestros deportistas que consiguen colarse en los hogares de todo el planeta en una campaña de promoción que parece no tener límites. ¿Cuánto le valdría a España desarrollar esa campaña de imagen por todo el mundo? Por ahora nada, porque hemos convertido lo que parecía una quimera: la victoria, en hábito.

Y los más jóvenes vienen pegando fuerte. Mira el penalti que se inventó Ezequiel Calvante, en el Europeo Sub-19 que se celebra estos días en Francia:





Un domingo patrio

2 05 2010

Hace tiempo que el deporte se convirtió en la mejor anestesia de un país que no resurge en lo económico y que agota las ayudas sociales que hasta ahora han sido gran parte de su sustento. Hoy ha sido un día anestesiante. Hoy ha sido uno de esos días que hacen afición, porque el himno ha resonado a los cuatros vientos por varios de los rincones del planeta. En Motociclismo, Tenis o Ciclismo hemos vuelto a demostrar que somos una potencia mundial en casi todo.

Deportividad. Gran gesto entre los dos pilotos españoles

La fiesta comenzó en Jerez, cuna del moticiclismo nacional. Allí, en  ‘La catedral’ han visto el cuarto triplete español de la historia. Lorenzo en Moto GP, Toni Elías en Moto 2 y Pol Espargaró en 125cc coparon el primer puesto del cajón en todas las categorías. Por si ello fuera poco, en el octavo de litro las tres plazas del podio estuvieron ocupadas por pilotos españoles. Segundo fue Nico Terol y tercero, Tito Rabat. En Moto GP, Pedrosa secundó el ‘show’ de Lorenzo.

Mención especial merece éste último, que ante su público realizó una remontada épica a las que últimamente nos está malacostumbrado. Tras una mala salida le tocó acelerar a fondo y comenzar a pasar rivales. A media carrera alcanzó a Rossi y no contento con eso, pasó fácil al ‘Doctor’ para dar caza a su enemigo más íntimo: Dani Pedrosa. A éste lo alcanzó a última hora para propinarle un hachazo donde más duele, en la última vuelta. Luego, una vez cruzada la bandera a cuadros montó el show que tanto le gusta y terminó mojándose para delirio de la hinchada española.

La racha continuó en el tenis, donde la moneda contaban con dos caras. Ésas eran la de Rafa Nadal y David Ferrer, que se disputaban el Masters 1000 de Roma. Nadal volvió a demostrar que ha vuelto al planeta tierra para quedarse y se alzó con su quinto trofeo en el Foro Itálico de la Ciudad Eterna. Era el 17º Master 1000 del manacorí, con el que alcanza a un mito de la raqueta como André Angassi en torneos de este calibre.

Como en casa. Nadal conquista Roma por quinta vez

Poco o nada pudo hacer David Ferrer ante el vendaval del número 3 del mundo que ventiló el partido con un 7-5 y 6-2. Al gran tenis desarrollado por Rafa le ayudó los continuos parones provocados por la lluvia que impidió a Ferrer imprimir el ritmo apresurado y sin tregua que a él le gusta. Nadal aprovechó los juegos claves al final del primer set y al inicio del segundo para imponer con su característico martillo pilón y romper, así, la final. Luego ya saben, mordisco al trofeo, fotos para la posteridad y agradecimientos para todos, incluído el rival. Todo un clásico, con el que Nadal comienza a prepararse (y a recuperar la confianza) cuando se avistan las principales cotas de la temporada.

La fiesta la culminó Valverde, quien se impuso en la última etapa del Tour de Romandía y se alzó con la general. Una nueva victoria del murciano que bien le vendrá para reconfortar el espítitu y las piernas, de un ciclista que lleva mucho tiempo viviendo bajo sospecha. El triunfo vuelve a demostrar la buena salud de nuestro ciclismo, impertérrito ante los interesados que intentan mancharlo día a día. Una muestra más del buen nivel de nuestro deporte, al que a buen seguro le quedan muchos domingos como éste, instalados, como estamos en la Edad de Oro del deporte español.