El hábito de ganar

27 07 2010

De repente nos hemos convertido en una superpotencia del deporte mundial. Ya no nos asusta ningún reto y hemos desterrado definitivamente los complejos que durante tanto tiempo nos amedrentaron. Ahora nos atrevemos con el inglés americano de la NBA o con el más refinado de Wimbledon, hemos convertido a Francia en nuestro patio de recreo, ya sea en las pistas de Roland Garros o sobre una bici por los Campos Elíseos, el motor ya no tiene secretos para nosotros sea sobre dos  o cuatro ruedas, incluso en el fútbol, donde siempre fuimos la eterna promesa, hermos termiando por conquistar al mundo con nuestro discurso romántico.

La conquista del planeta fútbol ha supuesto el salto definitivo de calidad

Vivimos la edad de oro del deporte español porque son pocos, por no decir, ninguno los que pueden presumir de ganar en un mismo mes (el mes de julio) un Mundial de fútbol, el Grand Slam Británico de Tenis (Wimbledon) o el Tour de Francia. A pesar de todo, julio no ha sido una excepción. Los precedentes son igualmente gloriosos. Tenemos al número 1 del tenis mundial, Rafa Nadal, conducimos mejor desde que entre nuestros paisanos se halla un bicampeón de Fórmula 1 (Fernando Alonso), y saltamos más alto desde que un larguirucho pívot de Sant Boi luce un par de anillos en su mano ganados con sudor y talento en la meca del cine (Pau Gasol).

Los éxitos ya no son flor de un día, consecuencia del talento individual de un deportista. La época de los pioneros, de los Santana, de los Indurain, de los Paquito Fernández Ochoa o Joaquín Blume, la dejamos atrás para abrazar los triunfos colectivos. Negamos así otro de nuestros tópicos, aquel que afirmaba que estábamos poco preparados para el juego en equipo porque nos faltaba disciplina y una buena condición física de base. En esta década prodigiosa hemos sido Campeones del Mundo de Balonmano (2001), Campeones del Mundo en Waterpolo (2001), Campeones del Mundo de Baloncesto (2006) y de Europa (2009), hemos ganado cuatro veces la Copa Davis (2000, 2004, 2008,2009) y hemos sido Campeones de Europa (2008) y del Mundo (2010) en fútbol. 

Alberto Contador ya cuenta con su tercer Tour a sus 27 años

 

Dar con la tecla no ha sido fácil. Detrás de todos esos éxitos hay mucho trabajo de las diferentes administraciones públicas y las diversas federeciones territoriales. Éstas han trabajado el deporte desde la base, han entendido la práctica física como una forma de educación en las nuevas generaciones y han llenado la geografía española de polideportivos, pabellones y centros de alto rendimiento con los que facilitar esa labor.

Y es que el deporte siempre me pareció un signo de progreso, un motivo de superación de los límites propios y comunes de una sociedad, una muestra más, en definitiva,  de una sociedad sana, avanzada y democrática. Porque pocas cosas se miran hoy bajo la óptica de igualdad y respeto que rezuma cualquier encuentro deportivo. Esa imagen fue la que envío España al resto del mundo el pasado 11 de julio, cuando colocamos la estrella de la eternidad en nuestro pecho. Una imagen revalorizada éxito tras éxito de nuestros deportistas que consiguen colarse en los hogares de todo el planeta en una campaña de promoción que parece no tener límites. ¿Cuánto le valdría a España desarrollar esa campaña de imagen por todo el mundo? Por ahora nada, porque hemos convertido lo que parecía una quimera: la victoria, en hábito.

Y los más jóvenes vienen pegando fuerte. Mira el penalti que se inventó Ezequiel Calvante, en el Europeo Sub-19 que se celebra estos días en Francia:





Un domingo patrio

2 05 2010

Hace tiempo que el deporte se convirtió en la mejor anestesia de un país que no resurge en lo económico y que agota las ayudas sociales que hasta ahora han sido gran parte de su sustento. Hoy ha sido un día anestesiante. Hoy ha sido uno de esos días que hacen afición, porque el himno ha resonado a los cuatros vientos por varios de los rincones del planeta. En Motociclismo, Tenis o Ciclismo hemos vuelto a demostrar que somos una potencia mundial en casi todo.

Deportividad. Gran gesto entre los dos pilotos españoles

La fiesta comenzó en Jerez, cuna del moticiclismo nacional. Allí, en  ‘La catedral’ han visto el cuarto triplete español de la historia. Lorenzo en Moto GP, Toni Elías en Moto 2 y Pol Espargaró en 125cc coparon el primer puesto del cajón en todas las categorías. Por si ello fuera poco, en el octavo de litro las tres plazas del podio estuvieron ocupadas por pilotos españoles. Segundo fue Nico Terol y tercero, Tito Rabat. En Moto GP, Pedrosa secundó el ‘show’ de Lorenzo.

Mención especial merece éste último, que ante su público realizó una remontada épica a las que últimamente nos está malacostumbrado. Tras una mala salida le tocó acelerar a fondo y comenzar a pasar rivales. A media carrera alcanzó a Rossi y no contento con eso, pasó fácil al ‘Doctor’ para dar caza a su enemigo más íntimo: Dani Pedrosa. A éste lo alcanzó a última hora para propinarle un hachazo donde más duele, en la última vuelta. Luego, una vez cruzada la bandera a cuadros montó el show que tanto le gusta y terminó mojándose para delirio de la hinchada española.

La racha continuó en el tenis, donde la moneda contaban con dos caras. Ésas eran la de Rafa Nadal y David Ferrer, que se disputaban el Masters 1000 de Roma. Nadal volvió a demostrar que ha vuelto al planeta tierra para quedarse y se alzó con su quinto trofeo en el Foro Itálico de la Ciudad Eterna. Era el 17º Master 1000 del manacorí, con el que alcanza a un mito de la raqueta como André Angassi en torneos de este calibre.

Como en casa. Nadal conquista Roma por quinta vez

Poco o nada pudo hacer David Ferrer ante el vendaval del número 3 del mundo que ventiló el partido con un 7-5 y 6-2. Al gran tenis desarrollado por Rafa le ayudó los continuos parones provocados por la lluvia que impidió a Ferrer imprimir el ritmo apresurado y sin tregua que a él le gusta. Nadal aprovechó los juegos claves al final del primer set y al inicio del segundo para imponer con su característico martillo pilón y romper, así, la final. Luego ya saben, mordisco al trofeo, fotos para la posteridad y agradecimientos para todos, incluído el rival. Todo un clásico, con el que Nadal comienza a prepararse (y a recuperar la confianza) cuando se avistan las principales cotas de la temporada.

La fiesta la culminó Valverde, quien se impuso en la última etapa del Tour de Romandía y se alzó con la general. Una nueva victoria del murciano que bien le vendrá para reconfortar el espítitu y las piernas, de un ciclista que lleva mucho tiempo viviendo bajo sospecha. El triunfo vuelve a demostrar la buena salud de nuestro ciclismo, impertérrito ante los interesados que intentan mancharlo día a día. Una muestra más del buen nivel de nuestro deporte, al que a buen seguro le quedan muchos domingos como éste, instalados, como estamos en la Edad de Oro del deporte español.





El último exponente del espíritu olímpico

21 04 2010

Esta vez su enorme fuerza de voluntad, su fe en la superación y su optimismo incurable no ha sido suficiente. La insuficiencia coronaria aguda que desde el pasado domingo lo tenía recluído en el hospital Quirón de Barcelona ha podido con él. Juan Antonio Samaranch, el Presidente de Honor del Comité Olímpico Internacional, ha fallecido esta mañana a los 89 años de edad como consecuencia de una parada cardiorrespiratoria. Se apaga así la llama del último exponente del espíritu olímpico, el hombre que cambió el rumbo del olimpismo internacional a lo largo de sus 21 años de presidencia y que convirtió a Barcelona en amiga para siempre del resto del planeta.

Samaranch fue un ejemplo de luchador incansable. Barcelona'92, su sueño hecho realidad

El Papa de los cinco anillos, como muy acertadamente lo ha calificado Alfredo Relaño en su columna de hoy, ha perdido su última competición contra la salud. Aunque el legado de este político, deportista, periodista, empresario y dirigente será tan eterno como el deporte. Capaz de sacar al olimpismo mundial de sus guerras internas, dominadas por los boicots del capitalismo y del comunismo, abrió un nuevo período en el que se derribaron muchas barreras como el profesionalismo o la discriminación racial.

Una vez rescatados los valores originales de la antorcha olímpica hizo realidad su sueño, que fue a su vez, el sueño de todos los españoles. «A la ville de Barcelona», esas cuatro palabras. Los JJ.OO. de Barcelona 92 nos abrieron al mundo, al que lanzamos un mensaje integrador, optimista, moderno. Ese lavado de cara fue el mayor impulso que se ha dado a Barcelona, a nuestro país y al deporte en general en décadas.

Y a pesar de todo era un hombre controvertido. Desde 1980 hasta 2001, tiempo en el que desempeñó el cargo de Presidente del COI no solo se granjeó amigos y muchos le tacharon de oportunista, aprovechado y manipulador. Tuvo que combatir contra los casos de corrupción en las campañas para designar las sedes olímpicas, por lo que su credibilidad llegó a resquebrajarse por momentos. Otros le acusaron de permitir que la familia aristocrática instaurada en lo más profundo del olimpismo aumentará con su mandato. Su astucia, su discreción y su diplomacia, las mismas que le permitieron convertirse en el máximo dirigente del Olimpismo mundial, le ayudaron a salir de todas ellas indemnes.

Hoy recuerdo ese último alegato realizado por Samaranch en favor de Madrid 2016 en la última designación de la sede olímpica, en Copenhague. Hoy sabemos que tenía razón, era la última que hablaba ante los miembros del COI. Su discurso, cargado de emotividad, a medio camino entre  la plegaria  y la carta de despedida no consiguió convencer ni enterneceder los corazones de esa aristocracia deportiva. También en eso había perdido su ‘status quo’. Lo que no se perderá nunca será su contribución al mundo del deporte, y es que hoy los JJ.OO. son lo que son (el mayor espectáculo del mundo) gracias a Samaranch.  El deporte nacional se ha quedado huérfano, se ha marchado el padre del olimpismo contemporáneo, el español que más poder tuvo en el mundo de los cinco aros. DEP.